Empezó hablando de sus recuerdos de épocas primigenias, para continuar con acontecimientos posteriores, aunque muy antiguos y finalmente, siguió con el futuro, el cual profetizó, presumiblemente ante la inquietud de Odín. Dice del estado más primitivo del universo:
Fue en tiempos remotos,
cuando nada había,
ni arena ni mar
ni frías olas,
ni tierra
ni altos cielos,
sólo un gran vacío
y nada crecía.
En el centro del espacio se encontraba, en el albor del tiempo, un gran abismo llamado Ginnungagap, la grieta de entre las grietas, la sima grandiosa, cuya profundidad no alcanzaba a ver ningún ojo y que estaba cubierto en una constante penumbra.
Al norte de este lugar se encontraba un espacio o mundo conocido como Niflheim (el mundo de la niebla y la oscuridad) en el centro del cual burbujeaba el inagotable manantial Hvergelmir (la caldera hirviente), cuyas aguas abastecían doce grandes corrientes conocidas como las Elivagar. Como las aguas de estas corrientes fluían velozmente desde su origen hasta encontrarse con las frías ráfagas de la sima grandiosa (Ginnungagap), se solidificaban pronto en enormes bloques de hielo, que rodaban hacia las inconmensurables profundidades del gran abismo con un continuo estruendo atronador.
Al sur de esta oscura fosa, en dirección opuesta al Niflheim, el reino de la niebla, se localiza otro mundo conocido como Muspellsheim (el hogar del fuego elemental), donde todo era calor y luz y cuyas fronteras eran guardadas continuamente por Surtr, el gigante de la llama. Este gigante blandía ferozmente su reluciente espada, lanzando continuamente grandes cantidades de chispas, que caían con un silbido sobre los bloques de hielo en el fondo del abismo, derritiéndolos parcialmente con su calor
incandescente.
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