Desde siempre la magia ha recurrido a las hierbas y a las flores para realizar rituales, ofrendas, filtros y pociones. De hecho, cada hierba tiene un significado simbólico preciso y posee una particular vibración energética que la caracteriza, además de unos principios activos que pueden curar problemas físicos y espirituales.
Para todas aquellas aplicaciones que se pueden definir como de uso externo, es posible que uno mismo recoja las hierbas que necesita, pero, en el caso de tisanas, decocciones y otros preparados, es siempre preferible adquirirlas en las herboristerías para estar seguras de que no son nocivas. Se pueden utilizar tanto frescas como secas.
En el primer caso, las flores pueden adornar el altar, dentro de un jarrón de cristal blanco, o bien se pueden dejar las corolas flotando en el agua dentro de un recipiente transparente. Para el segundo caso, se puede optar por aprender a secar las flores, que se queman junto al incienso sobre el carboncillo para realizar las fumigaciones rituales, o por comprarlas directamente en la herboristería, si bien no todas las que se utilizan en la magia pueden encontrarse en el mercado, porque cuando no cuentan con poderes terapéuticos no se ponen a la venta.
Las plantas más comunes, como el romero, la salvia, la albahaca o la lavanda, se pueden comprar en los supermercados o en los centros de jardinería, o bien se pueden cultivar en la terraza: en general, requieren pocos cuidados y, a cambio, ofrecen buenos servicios. Cuando nuestras plantas tengan muchas hojas, se eliminan algunas y se pone cierta cantidad a secar en una bolsita de papel, que se cuelga en un lugar cubierto pero aireado, como por ejemplo una terraza.