jueves, 18 de diciembre de 2014

El aura: círculo del yo

Fundamentalmente, el círculo sagrado es simplemente el área en el que se centran nuestros cuerpos. Cada uno de nosotros tiene un aura, o un campo de energía dentro y alrededor de nuestros cuerpos. Los videntes consideran esta aura un área de luz coloreada que rodea el cuerpo y penetra en él. El tamaño, la intensidad y el color del aura cambian de acuerdo con el estado físico, emocional, espiritual o psíquico.

    En las diversas culturas del mundo, desde el antiguo Egipto hasta la actualidad, la realidad del aura ha sido aceptada por videntes, místicos y curanderos. En 1939, entró en el reino de la ciencia cuando llegó a ser fotografiada por un ingeniero electrónico ruso, Semyon Davidovitch Kirlian. El profesor Kirlian y su esposa, Valentina, fabricaron un dispositivo que rodeaba  sujetos vivos con corrientes eléctricas de alta frecuencia y capturaba el efecto resultante en una película. La técnica revelaba nubes, destellos y chispas multicolor que formaban motivos de luz. Demostraron científicamente la existencia del aura cómo esta estaba influida por la enfermedad, la emoción y otros factores, cosas que ya conocían los curanderos, videntes y los místicos desde hacia siglos. Una de las cosas que se descubrieron fue la habilidad de los curanderos para producir destellos muy brillantes de las yemas de sus dedos cuando se les pedía que, conscientemente, pusieran en marcha su poder curativo.


    Todo ser viviente tiene un aura, incluso objetos aparentemente inanimados como las rocas. Un principio fundamental del druidismo es el animismo, la creencia de que todas las cosas tienen espíritu. El aura representa un tipo de interrelación, un medio de transmitir información entre el espíritu y la materia física; a través de nuestra aura nos comunicamos con todas las cosas que nos rodean. Cuando nuestra propia aura estra en contacto con otra, se establece ente ellas un nexo a través del cual pasan los mensajes. Para la  mayoría de nosotros, normalmente, el proceso es completamente inconsciente, pero en el druidismo intentamos potenciar nuestra habilidad para comunicarnos. Para ello, intentamos aumentar nuestra conciencia de los procesos implicados.

    Generalmente sólo utilizamos un diez por ciento de la capacidad de nuestras mentes. Y existen buenas razones para ello. Si nuestros sentidos estuvieran actuando constantemente a su máxima potencia, percibiríamos tal cantidad de sensaciones que nuestra habilidad para funcionar se vería seriamente afectada. Si cada sonido, imagen, gusto y tacto fueran aumentados cien veces su intensidad habitual, nuestras mentes se verían desbordadas. Acciones sencillas como conducir un coche, hacer la lista de la compra o incluso caminar serían difíciles o imposibles de realizar. No obstante, los estados de elevada conciencia ya ocurren de manera natural en la mayoría de la gente. El psicoanalista Abraham Maslow las llamaba experiencias máximas y creía que representan un registro del bienestar psicológico; cuantas más experiencias máximas tenga un individuo, más sano estará. Estos estados son inmensamente liberadores y vigorizadores, abren la mente a infinitas posibilidades, dan un sentido profundo de conexión con el universo, de un bienestar inmenso, una expansión psíquica y un éxtasis espiritual. En la práctica del druidismo, pretendemos acceder a tales estados de intensidad de la conciencia. Un estado de este proceso es el incremento  de la conciencia de nuestro propio círculo sagrado personal, nuestro campo de energía aúrica.


    Si se relaja hasta conseguir la conciencia de usted mismo mientras está en medio de una multitud, es posible que sienta cómo reacciona la gente que está cerca de usted, aun cuando ellos, o aun cuando ni siquiera sean conscientes de su presencia. Quizá se sienta atraído por algunos, pero incómodo con otros. Parte de esta reacción instintiva es explicada por señales no verbales, a menudo inconscientes. Nuestras reacciones hacia la gente se basan profundamente en gestos, expresiones faciales, la manera como se colocan, se visten o se mueven. Pero más allá de estas respuestas, nos comunicamos a un nivel más profundo, de espíritu a espíritu, y una vez más normalmente de manera inconsciente. Esto lo hacemos en gran medida a través de las sensaciones que nos llegan cuando nuestra propia aura entra en contacto con otra.

Sentir el aura

El sencillo ejercicio que sigue puede ser realizado tanto solo como en grupo, y ayudará a desarrollar la conciencia.

  • Siéntese confortablemente con el cuerpo en equilibrio, la espalda recta, los hombres relajados y la cabeza en línea con la columna y bien estable sobre ella.
  • Tome conciencia de su cuerpo, sienta los puntos con los que toca el suelo, y entonces haga que su conciencia vaya subiendo por su cuerpo. Mientras lo hace, permita que su mente se centre en todas las partes de su cuerpo, sintiendo la presencia y las sensaciones que fluyen de este con tanta intensidad como pueda.
  • Si aprecia cualquier tipo de incomodidad, muévase hasta que encuentre la posición en la que se sienta más cómodo. Si nota que aparecen tensiones en los músculos, permítase ser consciente de ello y entonces, deforma consciente, deje que desaparezcan, permita que su cuerpo se relaje.
  • Cuando esté satisfecho de que todo su cuerpo se siente bien y en equilibrio, conserve la sensación por un momento, sintiéndose usted mismo centrado dentro de su cuerpo. Tome conciencia de su respiración, que deberá ser pausada y uniforme y que no deberá comportarle ningún esfuerzo.
  • Permita que su conciencia vaya más allá desu cuerpo hasta el área inmediata de alrededor, unos centímetros más allá de su piel. Trabajando nuevamente de abajo a arriba, sienta cualquier obstrucción o área de incomodidad en la energía aúrica cercana a su cuerpo, igual que hizo con su cuerpo físico. Si descubre un área problemática de este tipo, intente liberar la tensión como ha hecho anteriormente con su cuerpo.
  • Cuando haya escaneado y procesado esta parte del aura, lleve su conciencia más lejos de nuevo. Sienta los límites de su campo aúrico, busque el punto en el que su propia energía interactúa con los campos de energía de la gente o las cosas que le rodean. Tome conciencia de las sensaciones producidas por la interacción, tanto si son agradables como si son desagradables, débiles o fuertes, atractivas o repelentes.
  • Cuando sienta que ya ha explorado esas sensaciones durante bastante tiempo, centre de nuevo la atención en su cuerpo. Tome conciencia de su vida, su estado físico respiratorio, de su propia conciencia centro de él, y de su sólida presencia en relación con el entorno.


    Este ejercicio ayuda a desarrollar la conciencia de las diferentes capas de la realidad, a descubrir cómo interactúan entre ellas mismas y cómo nos afectan y les afectamos. Puede ser realizado en cualquier lugar y en cualquier momento, con la sola condición de que se disponga de un poco de espacio y de tiempo y bastante tranquilidad , interior y exterior, para permitirnos concentrarnos sin distracciones. Como ocurre con la mayoría de cosas, cuanto más se implique en su realización, más cosas obtendrá.

2 comentarios:

  1. Excelente hermano gracias genial información gracias por compartir are el ejercicio pocas pero algunas veces e sentido mi energía fue genial. Un gran abrazo y muchas bendiciones.
    Andrew

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  2. Gracias por compartirlo, siempre he querido hacerlo, felicidades porntu blog es genial y siempre con información interesante!!

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