jueves, 4 de septiembre de 2014

Fragancia y aliento

El sentido del olfato o la fragancia es sutil e inmediato. Los especialistas dicen que el olfato es el más fiel de los sentidos por lo que se refiere a la memoria. Todos conservamos los olores de la infancia. Es increíble que un aroma de la calle o de una habitación pueda evocar recuerdos de experiencias largamente olvidadas. Desde luego, los animales poseen un sentido del olfato maravillosamente útil. Al pasear un pe­rro uno se da cuenta de que su percepción del paisaje es en­teramente distinta, ya que sigue caminos determinados por los olores y vive aventuras al rastrear senderos invisi­bles por todas partes. Cada día respiramos veintitrés mil cuarenta veces; poseemos cinco millones de células olfato­rias. Un perro ovejero tiene doscientos veinte millones de esas células. El sentido del olfato es tan poderoso en el mundo animal porque ayuda a la supervivencia al alertar sobre el peligro; es vital para el sentido de la vida.

Tradicionalmente se decía que el aliento era el camino por el que el alma entraba en el cuerpo. La respiración siempre se hace a pares, salvo en los casos del primer y últi­mo suspiros. Una de las designaciones más antiguas de Dios es la palabra hebrea Ruach, que también significa aire o viento. La palabra sugiere que Dios era como el aliento o el viento debido a la fuerza y poder increíbles de la divini­dad.  Esta concep­ción antigua vincula la creatividad irrefrenable del Espíritu con el aliento del alma en la persona humana. El aliento también es una metáfora apropiada porque la divinidad, como aquél, es invisible. El mundo del pensamiento reside en el aire. Todos nuestros pensamientos suceden en ese ele­mento. Debemos nuestros mayores pensamientos a la gene­rosidad del aire. Es la raíz de la idea de inspiración, ya que uno inspira o incorpora con el aliento los pensamientos conteni­dos en el elemento aire. La inspiración no se puede progra­mar. Uno puede prepararse, estar dispuesto a recibir la inspi­ración, que es espontánea e imprevisible, contraria a las pautas de repetición y expectativa. La inspiración siempre es una visita inesperada.

Para trabajar en el mundo intelectual, de la investiga­ción o del arte literario uno trata de agudizar sus sentidos a fin de estar preparado para aprehender las grandes imá­genes o los pensamientos cuando se presentan. El sentido del olfato incluye la sensualidad de la fragancia, pero la di­námica del aliento también incorpora el mundo profundo de la oración y la meditación donde a través del ritmo del aliento uno alcanza su nivel primordial del alma. A través del aliento meditado uno empieza a experimentar un lugar interior que toca el terreno divino. El aliento y el ritmo de la respiración pueden devolverte a tu antigua comunión, a la casa que según Eckhart jamás abandonaste, donde vi­ves desde siempre; la casa de la comunión espiritual.

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