Hemos perdido el sentido del decoro que corresponde al
acto de comer, así como del rito, presencia e intimidad que acompaña la comida;
no nos sentamos a comer a la manera antigua. Una de las cualidades más célebres
del pueblo celta era la hospitalidad. Al forastero se lo recibía con una
comida. Este acto de cortesía precedía invariablemente a cualquier asunto.
Cuando celebras una comida, percibes sabores que habitualmente se te pasan por
alto, Muchos alimentos modernos carecen de sabor; mientras crece, lo fuerzan
con fertilizantes artificiales y lo riegan con productos químicos.
Por consiguiente, su sabor no es el de la naturaleza. El sentido del sabor está seriamente atrofiado. La metáfora de la comida instantánea es un indicio certero acerca de la falta de sensibilidad y gusto en la cultura moderna. Esto se refleja claramente en nuestro uso del lenguaje. La lengua, órgano del sabor (del gusto), es también el del habla. Muchas de las palabras que empleamos pertenecen espiritualmente a la categoría de la comida rápida. Son demasiado insustanciales para reflejar una experiencia, demasiado débiles para expresar de verdad el misterio interior de las cosas. En nuestro mundo veloz y exteriorizado, el lenguaje se ha vuelto un fantasma, se ha reducido a sobreentendidos y etiquetas. Las palabras que aspiran a reflejar el alma llevan en sí la tierra de la materia y la sombra de y lo divino.
Por consiguiente, su sabor no es el de la naturaleza. El sentido del sabor está seriamente atrofiado. La metáfora de la comida instantánea es un indicio certero acerca de la falta de sensibilidad y gusto en la cultura moderna. Esto se refleja claramente en nuestro uso del lenguaje. La lengua, órgano del sabor (del gusto), es también el del habla. Muchas de las palabras que empleamos pertenecen espiritualmente a la categoría de la comida rápida. Son demasiado insustanciales para reflejar una experiencia, demasiado débiles para expresar de verdad el misterio interior de las cosas. En nuestro mundo veloz y exteriorizado, el lenguaje se ha vuelto un fantasma, se ha reducido a sobreentendidos y etiquetas. Las palabras que aspiran a reflejar el alma llevan en sí la tierra de la materia y la sombra de y lo divino.
La sensación de silencio y oscuridad que hay detrás de
las palabras de las culturas antiguas, particularmente en el folclore, brilla
por su ausencia en el uso moderno del lenguaje. Éste está repleto de siglas;
nos impacientan las palabras que traen consigo historias y asociaciones. La
gente de campo, y en particular la de Irlanda occidental, tiene un gran sentido
del lenguaje, una forma de expresarse poética y despierta. El peligro de la
intuición y la chispa del entendimiento encuentran expresión en frases
diestras. El inglés oral de Irlanda es tan interesante, entre otras razones,
debido al pintoresco fantasma subyacente del gaélico, que le infunde gran
colorido, sutileza y fuerza. El intento de destruir el gaélico fue uno de los
actos de violencia más destructivos de nuestra colonización por Inglaterra. El
gaélico, lengua poética y poderosa, es el depositario de la memoria de
Irlanda. Cuando se despoja a un pueblo de su lengua, su alma queda
desconcertada.
La poesía es el lugar donde el lenguaje se articula
bellamente con el silencio. La poesía es el lenguaje del silencio.
Una página en prosa está atestada de palabras. En una
página de poesía, las formas esbeltas de las palabras anidan en el vacío blanco
de la página. Ésta es un lugar de silencio donde se marca el contorno de la
palabra y se potencia la expresión de manera profunda. Es interesante observar
el propio lenguaje y las palabras que uno piensa utilizar para ver si descubre
una quietud o silencio. Si quieres renovar tu lenguaje y darle vigor, acude a
la poesía. Allí tu lenguaje encontrará una iluminación purificadora y renovación
sensual.
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