Solemos hacer
distinción entre oír y escuchar, según la cual lo oímos todo pero solo
escuchamos lo que nos llama la atención. Sin embargo, en realidad oímos muy
poco; y lo más sorprendente en nuestra facultad auditiva no es lo que oímos
sino lo que dejamos de oír.
Nuestra capacidad auditiva está limitada en primer lugar por el rango de
sonidos que puede captar, en términos de su frecuencia y volumen. No
sorprenderá a nadie que oigamos mucho menos que la mayoría de los mamíferos,
así como es considerablemente menor nuestra capacidad olfativa. Si bien la
mayoría de los mamíferos y las aves se guía ante todo por la vista, los
animales nocturnos, por ejemplo los búhos y los zorros, dependen esencialmente
del oído y han desarrollado una capacidad auditiva muy superior a la nuestra.
Así, aún en la oscuridad completa, la lechuza común puede detectar, a través
del oído, la ubicación, tamaño, trayectoria y velocidad de su presa. Sabemos,
también, que los perros, gatos, bovinos y muchos más animales poseen una agudeza
auditiva muy superior a la nuestra.
EL
CONCEPTO DE LA ATENCION
Sin atención no puede haber escucha, por lo cual debemos empezar por
aclarar el significado de éste término. Desde que empezó a estudiarse
científicamente la atención, hace un siglo, han surgido al respecto diferentes
definiciones y métodos de investigación. Se ha puesto más o menos énfasis en el
carácter voluntario o involuntario, consiente o inconsciente, de la atención;
se ha medido el tiempo que nos toma ponerla o quitarla; se ha descubierto lo
que nos llama la atención y lo que no, y a cuantas cosas podemos atender a la
vez… Todas las teorías al respecto han puesto el acento sobre la función
esencialmente “filtradora” de la atención.
Como escribió el gran psicólogo norteamericano William James en 1980:
“Todo el mundo sabe lo que es la atención. Es lo que sucede cuando la mente
toma posesión, de manera clara y vívida, de uno entre varios objetos o
pensamientos que serían simultáneamente posibles. La focalización, la concentración
de la conciencia constituyen su esencia. Implica alejarse de algunas cosas para
ocuparse eficazmente de otras…”. Desde entonces, la investigación sobre el tema
ha comprobado que la función de la atención no consiste solo en hacernos notar
alguna cosa en particular, sino en cancelar o relegar a un segundo plano el
resto. Es decir, la atención no solo acerca ciertos objetos, sino que aleja los
demás; no es meramente incluyente sino excluyente.
Es importante notar aquí que el proceso de filtración, selección y
eliminación necesario para que podamos percibir y procesar el mundo externo
sucede enteramente fuera de nuestra consciencia. No podemos sentir ni controlar
esta serie de pasos. Lo mismo sucede con nuestros mecanismos de defensa
psicológicos, que operan en un nivel inconsciente e inaccesible para nosotros.
Pero la atención no solo filtra los estímulos del mundo externo: también
se aplica a nuestro universo interno. Por ejemplo, William James observó que la
atención deliberada incluye cierto elemento de expectativa, la imaginación
anticipada de lo que miramos, escuchamos o sentimos. En sus palabras:
“Cuando esperamos que suene la hora de un reloj lejano, nuestra mente está tan
llena de su imagen que en cada momento creemos escuchar su campanada, añorada o
temida. O bien el paso de alguien a quien esperamos. Cada movimiento en el
bosque es para el cazador su presa, para el fugitivo, sus perseguidores. La
imagen en la mente es la atención; la percepción,
constituye la mitad de la percepción del objeto esperado”. Esta noción de
expectativa también resulta esencial en nuestra forma de escuchar a los demás,
como lo veremos más adelante.
James y otros autores hacen, asimismo, la distinción entre atención
proactiva y deliberada, y una atención pasiva, fuera de nuestro control, que
reacciona ante estímulos inesperados. Los dos tipos de atención operan en la
escucha y determinan, en gran parte su calidad.
La investigación reciente, basada en el estudio de personas con lesiones
cerebrales, ha encontrado que existen diferentes tipos de atención que van
desde el más sencillo al más complejo. Se distinguen así:
·
La atención focalizada, es
decir, la capacidad de responder a estímulos visuales, auditivos o táctiles
específicos, uno a la vez.
·
La atención sostenida, es
decir, la capacidad de mantener la atención durante una actividad continua o
repetitiva.
·
La atención selectiva, es
decir, la capacidad de sostener la concentración ante estímulos distractores:
en otras palabras, la capacidad de no dejarse distraer.
·
La atención alternante, que
denota la flexibilidad de desplazar la atención de un objeto a otro y
concentrarse sucesivamente en diferentes tareas.
·
La atención dividida, la forma
más compleja de la atención puesto que denota la capacidad de dedicar la
atención, de manera simultánea, a varias tareas u objetos a la vez.
Casi todos nuestros pensamientos y acciones dependen de nuestra
capacidad de atención en estos diferentes niveles. Si uno de ellos no funciona
adecuadamente, no habrá tampoco un buen desempeño de la concentración, memoria,
aprehensión de la realidad, planeación ni seguimiento de nuestros actos.
Nuestro funcionamiento cognitivo, así como nuestra capacidad de comunicación y
por ende nuestras relaciones interpersonales, dependen de la calidad de nuestra
atención, en todos los niveles descritos arriba. De la atención depende todo.
Se han escrito miles de libros sobre este tema, que ha sido central para
la filosofía y la psicología, y es evidente que en estas reflexiones no pueden
ser exhaustivas. Sin embargo, entre una infinidad de consideraciones, me
gustaría detenerme en un aspecto que me parece revelador: las distintas formas
de hablar de la atención en diferentes idiomas. En español se dice “poner
atención”, fórmula que refleja la noción espacial de ubicar la atención en un
lugar específico: se “desplaza” la atención a ese lugar y no a otro. El término
francés es más proactivo: faire attention, que significa literalmente “hacer
atención”, es una fórmula más dinámica, que parece connotar un esfuerzo
deliberado. En cambio, la expresión anglosajona top ay attention, es decir, “pagar” o “rendir” atención, sugiere la idea de “dar” algo, idea presente también en la expresión hispana “prestar atención”, la cual denota algo
que se entrega y luego se recupera. Creo que la escucha engloba todos estos
aspectos: ubicar, hacer, dar, prestar la atención, pues connotan las diversas
capas de la relación interpersonal que se establece cuando escuchamos a
alguien.
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