jueves, 24 de julio de 2014

COESCUCHA



     Solemos hacer distinción entre oír y escuchar, según la cual lo oímos todo pero solo escuchamos lo que nos llama la atención. Sin embargo, en realidad oímos muy poco; y lo más sorprendente en nuestra facultad auditiva no es lo que oímos sino lo que dejamos de oír.
     Nuestra capacidad auditiva está limitada en primer lugar por el rango de sonidos que puede captar, en términos de su frecuencia y volumen. No sorprenderá a nadie que oigamos mucho menos que la mayoría de los mamíferos, así como es considerablemente menor nuestra capacidad olfativa. Si bien la mayoría de los mamíferos y las aves se guía ante todo por la vista, los animales nocturnos, por ejemplo los búhos y los zorros, dependen esencialmente del oído y han desarrollado una capacidad auditiva muy superior a la nuestra. Así, aún en la oscuridad completa, la lechuza común puede detectar, a través del oído, la ubicación, tamaño, trayectoria y velocidad de su presa. Sabemos, también, que los perros, gatos, bovinos y muchos más animales poseen una agudeza auditiva muy superior a la nuestra.
    
EL CONCEPTO DE LA ATENCION

     Sin atención no puede haber escucha, por lo cual debemos empezar por aclarar el significado de éste término. Desde que empezó a estudiarse científicamente la atención, hace un siglo, han surgido al respecto diferentes definiciones y métodos de investigación. Se ha puesto más o menos énfasis en el carácter voluntario o involuntario, consiente o inconsciente, de la atención; se ha medido el tiempo que nos toma ponerla o quitarla; se ha descubierto lo que nos llama la atención y lo que no, y a cuantas cosas podemos atender a la vez… Todas las teorías al respecto han puesto el acento sobre la función esencialmente “filtradora” de la atención.

     Como escribió el gran psicólogo norteamericano William James en 1980: “Todo el mundo sabe lo que es la atención. Es lo que sucede cuando la mente toma posesión, de manera clara y vívida, de uno entre varios objetos o pensamientos que serían simultáneamente posibles. La focalización, la concentración de la conciencia constituyen su esencia. Implica alejarse de algunas cosas para ocuparse eficazmente de otras…”. Desde entonces, la investigación sobre el tema ha comprobado que la función de la atención no consiste solo en hacernos notar alguna cosa en particular, sino en cancelar o relegar a un segundo plano el resto. Es decir, la atención no solo acerca ciertos objetos, sino que aleja los demás; no es meramente incluyente sino excluyente.
     Es importante notar aquí que el proceso de filtración, selección y eliminación necesario para que podamos percibir y procesar el mundo externo sucede enteramente fuera de nuestra consciencia. No podemos sentir ni controlar esta serie de pasos. Lo mismo sucede con nuestros mecanismos de defensa psicológicos, que operan en un nivel inconsciente e inaccesible para nosotros.
     Pero la atención no solo filtra los estímulos del mundo externo: también se aplica a nuestro universo interno. Por ejemplo, William James observó que la atención deliberada incluye cierto elemento de expectativa, la imaginación anticipada de lo que miramos, escuchamos o sentimos. En sus palabras: “Cuando esperamos que suene la hora de un reloj lejano, nuestra mente está tan llena de su imagen que en cada momento creemos escuchar su campanada, añorada o temida. O bien el paso de alguien a quien esperamos. Cada movimiento en el bosque es para el cazador su presa, para el fugitivo, sus perseguidores. La imagen en la mente es la atención; la percepción, constituye la mitad de la percepción del objeto esperado”. Esta noción de expectativa también resulta esencial en nuestra forma de escuchar a los demás, como lo veremos más adelante.
     James y otros autores hacen, asimismo, la distinción entre atención proactiva y deliberada, y una atención pasiva, fuera de nuestro control, que reacciona ante estímulos inesperados. Los dos tipos de atención operan en la escucha y determinan, en gran parte su calidad.
     La investigación reciente, basada en el estudio de personas con lesiones cerebrales, ha encontrado que existen diferentes tipos de atención que van desde el más sencillo al más complejo. Se distinguen así:
·           La atención focalizada, es decir, la capacidad de responder a estímulos visuales, auditivos o táctiles específicos, uno a la vez.
·           La atención sostenida, es decir, la capacidad de mantener la atención durante una actividad continua o repetitiva.
·           La atención selectiva, es decir, la capacidad de sostener la concentración ante estímulos distractores: en otras palabras, la capacidad de no dejarse distraer.
·           La atención alternante, que denota la flexibilidad de desplazar la atención de un objeto a otro y concentrarse sucesivamente en diferentes tareas.
·           La atención dividida, la forma más compleja de la atención puesto que denota la capacidad de dedicar la atención, de manera simultánea, a varias tareas u objetos a la vez.
     Casi todos nuestros pensamientos y acciones dependen de nuestra capacidad de atención en estos diferentes niveles. Si uno de ellos no funciona adecuadamente, no habrá tampoco un buen desempeño de la concentración, memoria, aprehensión de la realidad, planeación ni seguimiento de nuestros actos. Nuestro funcionamiento cognitivo, así como nuestra capacidad de comunicación y por ende nuestras relaciones interpersonales, dependen de la calidad de nuestra atención, en todos los niveles descritos arriba. De la atención depende todo.

     Se han escrito miles de libros sobre este tema, que ha sido central para la filosofía y la psicología, y es evidente que en estas reflexiones no pueden ser exhaustivas. Sin embargo, entre una infinidad de consideraciones, me gustaría detenerme en un aspecto que me parece revelador: las distintas formas de hablar de la atención en diferentes idiomas. En español se dice “poner atención”, fórmula que refleja la noción espacial de ubicar la atención en un lugar específico: se “desplaza” la atención a ese lugar y no a otro. El término francés es más proactivo: faire attention, que significa literalmente “hacer atención”, es una fórmula más dinámica, que parece connotar un esfuerzo deliberado. En cambio, la expresión anglosajona top ay attention, es decir, “pagar” o “rendir” atención, sugiere la idea de “dar” algo, idea presente también en la expresión hispana “prestar atención”, la cual denota algo que se entrega y luego se recupera. Creo que la escucha engloba todos estos aspectos: ubicar, hacer, dar, prestar la atención, pues connotan las diversas capas de la relación interpersonal que se establece cuando escuchamos a alguien.

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