viernes, 18 de julio de 2014

Como reconocer a Aries

No acostumbran recordar las simples reglas que les han enseñado sus amigos: por ejemplo que un atizador al rojo quema si no se suelta a tiempo; o que si uno se hace un corte muy profundo en el dedo con un cuchillo, por lo general sangra.

¿Se ha encontrado últimamente el lector con una persona excepcionalmente amistosa, de modales enérgicos, firme en el apretón de manos y pronta en la sonrisa? Pues prepárese para una de esas danzas en el corro que le dejan a uno mareado. Lo más probable es que acabe de ser adoptado por un Aries. Y muy especialmente si advirtió que le resultaba un poco difícil llevar la voz cantante en la conversación.


¿Está dedicado a alguna causa idealista y defiende coléricamente a los débiles? Es característico. Hombres o mujeres, son personas que lucharán sin vacilación contra lo que les parece una injusticia, y que no se avergüenzan de expresar sus opiniones. El Carnero contestará con igual energía a un policía de tráfico o a un gangster armado, si cualquiera de ellos le molesta. Es probable que después lo lamente, pero en el ardor del momento no habrá cautela capaz de detenerlo. La gente de Marte va directamente al grano, sin vacilaciones.
Aries es el primer signo del zodíaco. Representa el nacimiento, como Piscis representa la muerte y la conciencia del alma. El Carnero no es consciente más que de sí mismo. Es el infante del zodíaco, el bebé recién nacido, totalmente absorbido por los dedos de sus pies y de sus manos. Sus necesidades son lo primero. A un bebé no le importa si sus padres o los vecinos duermen o no. Cuando tiene hambre o está mojado anuncia vociferante su incomodidad. Quiere que le den el biberón o le cambien los pañales ahora, y nada de demoras. Si un Aries tiene una idea o algo que quiere apartar de su mente, no tendrá el menor resquemor en llamarle a uno a las cuatro de la mañana. ¿Por qué no ha de estar todo el mundo despierto para escucharle? Si él está despierto, y es eso lo único que cuenta. Quiere algo, y lo consigue. Como al bebé, a Aries el mundo le preocupa sólo en la medida en que se relaciona con él. Pero, ¿se puede decir que un bebé es realmente egoísta? Si siempre está dispuesto a prodigar sus sonrisas y sus favores a quienes satisfacen sus exigencias. Es difícil resistirse a un bebé, hasta tal punto es inconsciente de estar causando el menor inconveniente a nadie. Lo mismo pasa con el Carnero. Su inocencia le rodea por completo y suaviza su agresividad, de la misma manera que la inocencia del recién nacido atenúa su egocentrismo.
A esta ingenuidad que desarma se debe también que los Aries sean tan intrépidos. Hasta que se quema, el bebé no le tiene miedo a nada, ni a nadie. Y aún entonces, volverá confiadamente a hacer la prueba, una vez que se haya olvidado de la herida. No hay el menor rastro de astucia ni de superchería en el Carnero, que seguirá así durante toda la vida: creyendo siempre de todo corazón, cayendo siempre para volver a levantarse y hacer un nuevo intento. Todas las dudas que puedan surgirle por el camino, se disipan inmediatamente ante la primera persona que vuelve a ser bondadosa con él, del mismo modo que el bebé se olvida del dolor que le produjo el imperdible que accidentalmente se le clavó en la pierna, la próxima vez que le ponen talco.
El Carnero puede fantasear de aquí a mañana, y tejer los sueños más fabulosos, pero como mentiroso no vale un rábano. Lo que muestra a quien le mira es lo que es. Nada hay en él de complicado ni de oculto. Es tan vulnerable como el bebé, e igualmente desvalido. Cuando gente más fuerte y más madura se le impone o le saca algo, reacciona de la única manera que sabe: chillando y organizando un escándalo tal que los demás ceden, nada más que por tener paz. Aries no necesita de estrategias delicadas. Con la fuerza de sus pulmones y la determinación que surge de su interior le basta perfectamente para salirse con la suya. Y tal vez desvalido no sea la palabra justa.
Vulnerable, si... pero desvalido, de ningún modo.
El aspecto físico del Carnero es bien fácil de reconocer. Los Aries tienen rasgos decididos, habitualmente bien delimitados, raras veces blandos o borrosos. Las cejas, bien marcadas, suelen juntarse con el estrecho puente de la nariz hasta formar el signo del Carnero ( T ), tal vez para advertir a quien se le pueda ocurrir la tonta idea de intentar detenerle o someterle, que esos cuernos simbó1icos van en serio. Es posible encontrarle algún lunar o cicatriz en la cabeza o en la cara, es posible que el pelo tenga un tinte rojizo a la luz del sol y que el cutis sea más rubicundo de lo habitual. También es posible que en su presencia uno perciba chispas invisibles que se escapan en todas direcciones. Sus movimientos son por lo común rápidos y fáciles, armonizados con un proceso mental. Tanto los hombres como las mujeres de este signo tienen normalmente hombros anchos, y no es extraño que caminen con el cuerpo un poco inclinado hacia adelante, guiándose con la cabeza, por así decirlo, y casi siempre con mucha prisa. (Es frecuente que tengan prisa por derribar un edificio de ladrillos, aunque en la tarea se les estropeen los cuernos.) No es mucho lo que hay de gracioso en el Carnero, a no ser su tersa manera de resolver una crisis (que jamás deja de sorprender a la gente que subestima a las personas Aries). Son de estructura ósea delicada pero fuerte, y es raro que un Aries resbale y caiga. Su postura refleja una total confianza en sí mismo y en su yo. Si tropezamos con un Aries de hombros caídos, será probablemente del tipo ovejuno, que sufrió graves heridas en su ego durante la infancia. Si las heridas fueron profundas, le llevará algún tiempo recuperarse, pero algún día se enderezará, podéis contar con ello. Son gente a la que nada aplasta para siempre, y el fracaso menos todavía.
La persona regida por Marte le mirará a uno directamente a los ojos, con desenfadada limpieza y con una fe bastante conmovedora. ¿Acaso su interlocutor no es su amigo? ¿Acaso no gusta de él? ¿Cómo, no? Entonces empezarán las lágrimas, pero para dentro. Un Aries jamás mostrará su decepción en la superficie, si puede evitarlo. Si alguna vez se le ve llorar sin recato, es seguro que, de alguna manera, el dolor le ha llegado al alma. Los Aries prefieren caer muertos antes de mostrar debilidad... y entre ellos hay quienes, literalmente, corren el riesgo de lo primero por evitar lo segundo.
Es raro que un Carnero lance a su alrededor miradas nerviosas. Si lo hace, es que ya no le interesa seguir hablando con vosotros. Alguna otra cosa le ha llamado la atención y, por el momento, os ha olvidado, así como lo que estabais diciendo.
Pero no hay que ofenderse; basta con recordar al bebé y sus deditos.
Un Aries estará indudablemente en los primeros lugares de la carrera que ha elegido, o dedicado a un negocio propio. En caso contrario, se le reconocerá fácilmente por el  descontento que demuestra al verse forzado a someterse a otros. Se puede esperar de él una actitud liberal, una pródiga generosidad con el tiempo y con las cosas materiales, y un deseo notable de ser quien abra todas las marchas... con bombo y platillo. Pero no hay que esperar sutileza, tacto ni humildad. El Aries medio se hallaba detrás de la puerta mientras se hacía el reparto de estas cualidades. También anda un poco escaso de paciencia. En una cafetería será rápido para la crítica, si el camarero es fresco y el bocadillo no está bueno. Pero también es probable que, si le han servido bien, deje una propina innecesariamente elevada.
Aries es muy directo, por decirlo sin exagerar. A la naturaleza de los regidos por Marte le son totalmente ajenas la falacia y las desviaciones. Aunque la franqueza y una alentadora honradez configuran el sello distintivo del signo, no es buen negocio hacerle un préstamo a un Aries. Hay entre ellos quienes carecen de estabilidad y exhiben una falta de responsabilidad infantil. Incluso los que han llegado a madurar pueden olvidarse de las deudas en la omnipresente excitación del siempre nuevo desafío del momento, que acaparara totalmente su atención. Claro que terminarán por pagar sus cuentas alegremente y con la mejor disposición, pero es posible que cuando los alcance, el acreedor ya se haya quedado sin aliento.
Por más que Aries sea el incendiario que se abre paso en la vida con atrevimiento, iniciativa y espíritu de empresa, en su bravura hay un extraño lunar. Sin el menor rastro de miedo, hará frente al abominable hombre de las nieves o al monstruo de Frankenstein, pero no puede soportar el dolor físico. Nunca será un cobarde moral, pero puede portarse como un perfecto marica cuando algo le duele. Y el dentista no se cuenta entre sus preferidos.
Todos los Aries, en algún momento de su vida, mostrarán alguna forma de comportamiento temerario que les signifique sufrir heridas en la cabeza o en la cara. También son probables los cortes y quemaduras, y los dolores de cabeza, a veces tan intensos que pueden llegar a la jaqueca y que es posible se originen en infecciones renales. Será prudente que el Carnero haga de tripas corazón y visite regularmente al dentista, que se cuide la vista, vigile su dieta, se tome en serio los dolores de cabeza y se mantenga alejado del alcohol (no sólo porque es malo para los riñones, sino porque es muy combustible cuando se combina con el genio de Marte). Las erupciones cutáneas, los dolores en las rodillas y las molestias estomacales se encarnizan también con quienes nacen a fines de marzo y durante abril. La constitución del Aries es fuerte y recia, si no abusa de ella, como suele suceder, por no prestarle atenci6n. Cuando lo veáis confinado en cama, y casi sin habla, podéis estar seguros de que está realmente enfermo. Aun así, para mantenerle acostado es probable que se necesite un par de esposas. Es capaz de sobrevivir a fiebres que matarían a cualquier otro tipo de personas, muchas de las cuales son producidas por su obstinada tendencia marciana a seguir adelante en circunstancias adversas, en el momento inadecuado y con la gente inadecuada.
La colérica frustración que ello invariablemente genera es la verdadera causa de sus problemas de salud. Lo que enferma al Aries es su reacción ante el retraso, y lo que le mantendrá alejado del médico es el cultivo consciente de la paciencia y de la cautelosa deliberación. Por supuesto, él no seguirá el consejo, pero de todas maneras se las arreglará durante años para mantener lejos al médico, hasta que se desplome de agotamiento o hasta que llegue a una edad en que alcance mayor sensatez. No hay gran peligro de que un Aries se haga drogadicto. Normalmente, no tomará siquiera una píldora para dormir. Decididamente, prefiere quedarse despierto (por miedo de llegar a perderse algo).
A causa de su persistente optimismo, es raro que Aries (lo mismo que Leo y Sagitario, los otros dos signos de fuego) sea víctima de enfermedades crónicas y duraderas, que      –según ha enseñado siempre la astrología y admite ahora la ciencia médica– se generan o se intensifican como consecuencia de la melancolía y del pesimismo. Los signos de fuego son más susceptibles a las fiebres altas, a las infecciones fulminantes, los ataques, la alta tensión sanguínea y las enfermedades agudas.
Dígase lo que se diga de su carácter impulsivo, rara vez se puede acusar de tristeza a los nativos de este signo. Aunque sean sembradas, las semillas de la depresión mueren rápidamente en el suelo de Aries. Pero los Aries se aferran a la preciosa idea de que nadie mas puede hacer nada con la eficiencia de ellos, y eso puede conducirles a mil desastres. Aries llevará a la práctica sus planes con arrojo y confianza, y pocas veces se dará cuenta de que está yendo más allá de sus fuerzas y buscándose una úlcera o un colapso nervioso. Al Aries nadie puede acusarle jamás de haraganería.
Dada la candidez de su naturaleza, son personas incapaces de poner en práctica las sutiles tretas de la estrategia. Cierto Aries a quien conozco bien, con su audaz y contagioso entusiasmo consiguió un ángel financiero dispuesto a respaldar una de sus originales ideas. Cuando el trato estaba a punto de cerrarse, y el Aries próximo a realizar sus sueños más caros, el ángel, 1ógicamente, sugirió que la operación fuera supervisada por un conocido experto. Nuestro Aries estaba segurísimo de que nadie podía llevarla a cabo tan bien como él y, temeroso de verse en situación de tener que aceptar órdenes de alguien, respondió rápidamente con la característica humildad del signo. Con un gesto de superioridad, agitó su cigarro en el aire y preguntó lisa y llanamente: <<¿De qué manera quiere usted que le diga que no, deprisa o lentamente?>>. Con igual celeridad, el ángel financiero le retiró su apoyo, y el pobre promotor Aries no tardó en convertirse en un caso grave de lepra comercial. Durante muchos meses de frustración, se encontró con que quienes antes le respaldaban sin reservas habían salido misteriosamente a almorzar o estaban en Europa cada vez que él los llamaba.
Un poco de tacto y de diplomacia podría haber evitado que su sueño se derrumbara, pero al Carnero medio le hacen falta muchos años para alcanzar el nivel de diplomacia de un Aries como Dean Rusk. La gente que ha llegado a la cima gracias a un esfuerzo duro y paciente ve 1ógicamente con malos ojos la agresividad de un Aries que piensa que él, con mucha menos experiencia, sabe mucho más. Sólo después de muchos fracasos desalentadores aprende el nativo de este signo a ser modesto y humilde. Pero, una vez que lo ha aprendido, es capaz de hacer que un proyecto rinda como un pozo de petró1eo, agregándole muchas ideas creativas y haciendo, de manera instintiva, las mejores jugadas. Sólo llega al liderazgo si empieza por respetar a quienes por su capacidad están por encima de él; pero el éxito, cuando llega, suele ser gigantesco e impresionante. Es frecuente –y resulta extraño– que los nativos de Aries creen mas riqueza para otros que para sí mismos. Son muchísimos los Aries que pagan alquiler durante la mayor parte de su vida, y es raro que lleguen a ser propietarios de su casa. A los de espíritu marciano no parece preocuparles que el dinero no esté ligado a ellos, quizá porque lo que ellos buscan no se encuentra necesariamente en el banco.
Por mas que el Aries arremeta hacia adelante con confianza, tenga poco en cuenta los sentimientos ajenos, y su actitud   –especialmente cuando es joven– sea la de <<primero yo>>, también puede ser el mas calido y generoso de todos los signos solares. No es cruel; simplemente, cree con sinceridad que él puede hacer cualquier cosa mejor que cualquiera, y es psicológicamente incapaz de quedarse tranquilo mientras los demás chapucean y fracasan. Si se le da a elegir entre el dinero y la gloria, elegirá infaliblemente la gloria. Tiene tanto cariño por el dinero como cualquiera, pero aún quiere un poco más al elogio y a la fama. El Carnero tiende a tomar decisiones instantáneas sin autorización de sus superiores. En su discurso puede ser satírico, y cortante en la invectiva. La có1era de los Aries se desencadena con la velocidad del sonido, pero por lo general ha desaparecido antes de que su victima se haya enterado de que era lo que la provocaba, y la sonrisa infantil y grata no tarda en reaparecer. Uno no puede menos que acordarse de cierto Carnero impulsivo, llamado Nikita Kruschev, que en cierta ocasión, movido por una infantil pataleta, golpeó con un zapato sobre una mesa de las Naciones Unidas, a vista y paciencia del auditorio televisivo, y que el diablo se las aguantara. En ese momento no le hacían caso, y ¿que Aries tiene el mas mínimo tacto cuando no le hacen caso?
Y sin embargo, este mismo Aries se quedó realmente desconsolado al no poder disfrutar de las mágicas maravillas de Disneylandia.
A la gente de Marte se la acusa con frecuencia de tener un carácter terrible... y lo tienen. Pero también tienen una total incapacidad para mantener su ira durante mucho rato y, una vez que han pasado, sus agravios quedan por lo general enterrados y olvidados. A un Aries le duele y le sorprende que alguien recuerde aún las cosas crueles que él dijo, pero sin intención. Si tiene oportunidad, Aries le pedirá disculpas a su peor enemigo, no importa que amenaza directa pudo formular cuando era presa de la có1era. Quiere que lo acepten, aunque atolondrada y deliberadamente provoque el rechazo. Es raro que los Aries se enojen con las personas. Aunque tal vez recibas tú, lector, la lluvia de chispas, el fuego va en realidad dirigido contra una idea o una situación que le resulta intolerable.
El Carnero es capaz de intentar decir alguna mentirilla, si con eso puede pasar a primer plano o quedar a salvo alguno de sus caros ideales, pero la mayor parte de las veces no se vale de mentiras... por suerte, porque siempre le descubren. Su candor sin ambages es más rápido, y como lo que mas le interesa es llegar prontamente al grano, prefiere decir la verdad. No le queda tiempo para habladurías, ya que eso significa hablar de otros, y Aries está demasiado interesado en sí mismo para desperdiciar sus energías en conjeturas sobre los secretos, el comportamiento o los motivos de quien sea. Además, normalmente para él la gente es blanca o negra; los matices de gris no le atraen en absoluto. Sería erróneo, sin embargo, pensar que esto es prejuicio. Si en su carta natal hay fuertes influencias planetarias, la impulsiva desconsideración del Aries por los hechos puede asumir la forma de crueldad o de prejuicio, pero esto no se da con frecuencia. El Carnero típico se sentirá tan cómodo y se mostrará tan auténticamente afectuoso comiendo con reyes como con mendigos. Si se gana la reputación de prejuicioso, ello se debe a su tendencia a distribuir a la gente en dos campos diferentes –el de los amigos y el de los enemigos– y además, esperará que cualquiera, si es amigo de él, los clasifique de la misma manera.
Pese a su chocante desenvoltura, el Aries puede ser también el compendio de la gracia social. Es capaz de conversar durante horas, de manera fascinante, sobre temas de los que no sabe absolutamente nada. Hay mucho pulimento en la superficie para cubrir ese agresivo impulso marciano. La paciencia para el detalle no es su punto fuerte; el prefiere dejar a otros los aspectos secundarios y mezquinos de la estadística, y en eso es bastante sensato, ya que otros los abordarán con mucha mas eficiencia. A un nativo de este signo le exaspera restringirse a los hechos, porque las lecciones de ayer le importan un rábano, y mañana está demasiado lejos para preocuparse. Su residencia natural es hoy, a esta hora y en este minuto. El Aries se consume por completo en la acción del presente.
Realista, sin mengua de su decidido idealismo, no es fácil dar una descripción emocional de Aries. Nadie más puede exhibir un comportamiento tan recio y enérgico, pero también son pocos los que son capaces de su sentimentalismo, su ávida inocencia y fe en los milagros. La gente de Marte es literalmente incapaz de aceptar la derrota: ni siquiera la reconocen, aunque les esté mirando a la cara. En cuanto a los resultados finales de cualquier cosa, ya se trate del amor o de un partido de béisbol, son incurablemente optimistas. Muy hábiles en el combate cuerpo a cuerpo, los carneros se defienden mejor con la cabeza, es decir con la mente. Disfrutan al encontrar oposición porque eso representa un desafío, y son capaces de apartarse del camino para ir al encuentro de un obstáculo y superarlo mucho antes de que se les presente... y a menudo, cuando podrían haberlo enfrentado desde la dirección opuesta. Tampoco se quedan esperando a que el éxito les llueva; lo persiguen con furiosa obstinación, y por eso son tan pocos los Aries que se encuentran en las listas de quienes disfrutan de un gran bienestar.
La mayoría de la gente se agota con sólo pensar en la energía del Carnero. Pero los Aries también son capaces de mostrar calma, seriedad y prudencia cuando así lo deciden. Lo lamentable es que por lo general no lo deciden hasta que ha pasado la juventud y la madurez suaviza su áspero idealismo y la avidez de su prisa. No les resulta difícil ganarse la simpatía popular, pese a lo cual no son necesariamente buenos políticos.
Thomas Jefferson y Eugene McCarthy se cuentan entre las raras excepciones a la regla. La mayor parte de los Aries que se han lanzado a la carrera política han tenido una carrera relativamente breve o azarosa. En Estados Unidos no ha habido un presidente Aries desde John Tyler, en 1840. Para el Aries medio, la política resulta una actividad difícil. Por un lado, los Aries no son los mejores economistas del mundo.
Además, son impulsivos al hablar y no soportan los rodeos, dos características fatales para un político. La mayoría de los políticos esperan a ver que es lo que quiere el pueblo antes de dar a conocer su propia posición. El Aries medio tiene sus propias ideas de lo que necesita el pueblo, lo que éste realmente quiere no le interesa, y ya se ocupará él de que lo tengan, antes de lo que políticamente pudiera ser conveniente. Así y todo, es tan idealista que cuando se encuentra frente al público, enciende su imaginación y le hace volver a tener fe en sí mismo.
El fresco candor de Marte puede despejar el humo de las trastiendas políticas como si fuera una brisa.
Sin embargo, la mayoría de la gente de Aries tiene más éxito en los negocios o en las artes creativas, donde ellos son muy necesarios. Otros pueden destacarse en el desplazamiento de la estrategia. Gente con una mente más serena y mentalidad más práctica puede ser mejor para lograr una organización eficiente. Pero sin la acción directa, la energía y la originalidad del Carnero, el más deseable de los proyectos se vendría abajo o no conseguiría avanzar mucho.
Es posible encontrar algún Aries que sea tímido, pero jamás encontraréis uno que no tenga una posición bien definida. Es difícil expresar la propia individualidad, cuando uno está cerca de ellos. Aries es mucho más feliz cuando habla de sí mismo y de sus planes que de cualquier otra cosa o persona (excepción hecha del ser amado, cuando se encuentra inmerso en un romance). Una vez que alguien se ha ganado su interés  –y tiene mucha suerte– el Aries le escuchará con atención, especialmente si las ideas de su interlocutor son interesantes y progresistas. Se sentirá encantado con el, y pondrá a su disposición tiempo, dinero, simpatía y lealtad. Si un amigo está en el hospital, es posible que Aries se olvide de enviarle una tarjeta, pero le buscará el hospital, lo llevará allí en su propio coche y 1o recomendará a su propio medico (que, naturalmente, será más eficiente que Pasteur). Cuando se decide a ayudarle a uno en una situación difícil, Aries no vacilará ante ningún esfuerzo.
Pero hay que demostrarle gratitud, eso si. Se sentirá profundamente herido, si es que no se enoja sin mas ni mas, al comprobar que no apreciáis sus agotadores esfuerzos, que van mucho mas allá de lo que requiere el deber y, probablemente, exceden también en mucho lo que vosotros queríais o necesitabais. Disfruta haciendo favores, y cuanto mayor es el gesto caritativo, mejor, pero el Carnero quiere que se le reconozca lo que ha hecho. Sin embargo, es probable que aunque no se le den las gracias, no se niegue a volver a ayudar. Su gran fe en sí mismo só1o encuentra parangón en su ingenua confianza en los demás, y por eso está casi constantemente desilusionado y quejándose de que alguien le ha traicionado. Claro que eso no le afecta durante mucho tiempo. Se rehace, se sacude el polvo, y no tarda en estar otra vez dispuesto para volver a quemarse, tras una típica orgía de depresión tan breve como violenta.
Aries da tal impresión de sinceridad que resulta sorprendente la decisión con la que defiende como si fuera un hecho algo que él sabe –o debería saber– que no es verdad. Acusadle de falta de honradez y se os quedará mirando atónito, bien abiertos sus cándidos ojos por el horror de que podáis dudar de él. Es capaz de vendarse los ojos y ponerse tapones en los oídos para excluir algo en lo que no quiere creer. Incluso cuando su posición es completamente insostenible, seguirá valientemente al pie del cañón, luchando con total convicción por la causa perdida. Pero también, en un momento de decisión rápida, puede cambiar de idea respecto de alguna opinión que uno habría considerado innata en él, y cuando esto sucede, se le hace imposible volver al punto de vista anterior, y hasta recordarlo siquiera. Su urgencia por arrojar el pasado al cesto de los papeles y seguir adelante a toda velocidad (una de las principales razones de su buena adaptación a los lugares y a la gente nuevos) le lleva a pensar que quienes intentan razonar con el están interfiriendo en su progreso. Entonces puede darse el caso de que arroje a los cuatro vientos el escaso tacto que posee. Los ultra conservadores, que pesan cada palabra y cada decisión, sacan de quicio a las almas de Marte, que pueden ser inequívocamente claros y significativos para comunicar su fastidio y su frustración. Así se comprende, pues, porque en ocasiones se hacen tan acérrimos enemigos de gente mayor y más prudente.
Aries tiene en su naturaleza una faceta de inocencia y de avidez, y una especie de fe ingenua, eterna y alegre, mezcladas con el fervor ciego del cruzado nato. Marte es de cuernos duros como el diamante, y difíciles de romper.
Es frecuente que lo vea todo rojo, pero cuando las chispas desaparecen, se vuelve tan alegre y amistoso como una margarita. Su metal es el hierro, y su fuerza indoblegable le da nueve veces mas vidas que a otros para vivir; nueve veces mas oportunidades de ganar la batalla. El fuego que consume su espíritu puede ser una antorcha llameante que ilumine el camino del valor para cualquiera capaz de reconocer su idealismo.
Es el que abre caminos, el que siempre lleva adelante a los otros hacia una meta imposible. Su fe, bella y férrea, es pura, sin asomo de aleación con la hipocresía y la codicia. Es raro que amase una fortuna, y si llega a hacerlo, no tendrá tiempo para detenerse a contarla. Podéis contar con su dinero, su ropa o su tiempo. Él siempre tiene algo que le sobra, por mas estrecho o pobre que pueda encontrarse momentáneamente. El Carnero sabe que el pan que se arroja a las aguas no sólo alimenta su yo y vuelve en mayor cantidad, sino que hace feliz a la gente, y esa es una de las cosas que mas le gustan en la vida.

Para Aries, los milagros son a dos centavos la docena, y si se os acaban, el os hará unos cuantos mas, envueltos en hermosos sueños de color escarlata.


Linda Goodman

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