La fuente de toda creación es la conciencia
pura... la potencialidad pura que busca expresarse para pasar de lo
inmanifiesto a lo manifiesto.
Y cuando nos damos cuenta de que nuestro
verdadero yo es la potencialidad pura, nos alineamos con el poder que lo
expresa todo en el universo.
En el principio
no había existencia ni inexistencia;
todo este mundo era energía sin
manifestarse...
El Ser único respiraba, sin respiración,
por su propio poder. Nada más existía...
- Himno de la Creación, Rig Veda
La
primera ley espiritual del éxito es la ley de la potencialidad pura. Se basa en
el hecho de que, en nuestro estado esencial, somos conciencia pura. La
conciencia pura es potencialidad pura; es el campo de todas las posibilidades y
de la creatividad infinita. La conciencia pura es nuestra esencia espiritual.
Siendo infinita e ilimitada, también es felicidad pura. Otros atributos de la
conciencia son el conocimiento puro, el silencio infinito, el equilibrio
perfecto, la invencibilidad, la simplicidad y la dicha. Ésa es nuestra
naturaleza esencial; una naturaleza de potencialidad pura.
Cuando
descubrimos nuestra naturaleza esencial y sabemos quién somos realmente, ese
solo conocimiento encierra la capacidad de convertir en realidad todos nuestros
sueños, porque somos la posibilidad eterna, el potencial inconmensurable de
todo lo que fue, es y será. La ley de la potencialidad pura también podría
denominarse ley de la unidad, porque sustentando la infinita diversidad de la
vida está la unidad de un solo espíritu omnipresente. No existe separación
entre nosotros y ese campo de energía. El campo de la potencialidad pura es
nuestro propio yo. Y cuanto más desarrollemos nuestra propia naturaleza, más
cerca estaremos de ese campo de potencialidad pura.
Vivir
de acuerdo con nuestro yo, en una constante auto-referencia, significa que
nuestro punto interno de referencia es nuestro propio espíritu, y no los
objetos de nuestra experiencia. Lo contrario de la auto-referencia es la
referencia al objeto. Cuando vivimos según la referencia al objeto, estamos
siempre influidos por las cosas que están fuera de nuestro yo; entre ellas
están las situaciones en las que nos involucramos, nuestras circunstancias, y
las personas y las cosas que nos rodean. Cuando vivimos según la referencia al
objeto, buscamos constantemente la aprobación de los demás. Nuestros
pensamientos y comportamientos esperan constantemente una respuesta. Nuestra
vida, por tanto, se basa en el temor.
Cuando
vivimos según la referencia al objeto, también sentimos una intensa necesidad
de controlarlo todo. Sentimos intensa necesidad de tener poder externo. La
necesidad de aprobación, la necesidad de controlar las cosas y de tener poder
externo se basan en el temor. Esta forma de poder no es el de la potencialidad
pura, ni el poder del yo, o poder real. Cuando experimentamos el poder del yo
no hay temor, no hay necesidad de controlar, y no hay lucha por la aprobación
o por el poder externo.
Cuando
vivimos según la referencia al objeto, el punto de referencia interno es el
ego. Sin embargo, el ego no es lo que realmente somos. El ego es nuestra
autoimagen, nuestra máscara social; es el papel que estamos desempeñando. A la
máscara social le gusta la aprobación; quiere controlar, y se apoya en el
poder porque vive en el temor.
Nuestro
verdadero yo, que es nuestro espíritu, nuestra alma, está completamente libre
de esas cosas. Es inmune a la crítica, no le teme a ningún desafío y no se
siente inferior a nadie. Y, sin embargo, es humilde y no se siente superior a
nadie, porque es consciente de que todos los demás son el mismo yo, el mismo
espíritu con distintos disfraces.
Ésa
es la diferencia esencial entre la referencia al objeto y la auto-referencia.
En la auto-referencia, experimentamos nuestro verdadero ser, el cual no les
teme a los desafíos, respeta a todo el mundo y no se siente inferior a nadie.
Por tanto, el poder del yo es el verdadero poder.
El
poder basado en la referencia al objeto, en cambio, es falso. Siendo un poder
que se basa en el ego, existe únicamente mientras exista el objeto de
referencia. Si uno tiene cierto título - si es el presidente del país o el
presidente de la junta directiva de una corporación - o si tiene muchísimo
dinero, el poder de que disfruta está ligado al título, al cargo o al dinero.
El poder basado en el ego dura solamente lo que duran esas cosas. Apenas
desaparezcan el título, el cargo y el dinero, desaparecerá el poder.
Por
otra parte, el poder del yo es permanente porque se basa en el conocimiento del
yo, y este poder tiene ciertas características: Atrae la gente hacia nosotros y
también atrae las cosas que deseamos. Él magnetiza a las personas, las
situaciones y las circunstancias en apoyo de nuestros deseos. Esto es lo que
se conoce también como apoyo de las leyes de la naturaleza. Es el apoyo de la
divinidad; es el apoyo que se deriva de estar en un estado de gracia. Este
poder es tal que disfrutamos de un vínculo con la gente y la gente disfruta de
un vínculo con nosotros. Es el poder de establecer lazos - lazos que emanan
del verdadero amor.
¿Cómo
podemos aplicar la ley de la potencialidad pura, el campo de todas las
posibilidades, en nuestra vida? Si queremos disfrutar de los beneficios del
campo de la potencialidad pura, si queremos utilizar plenamente la creatividad
inherente a la conciencia pura, debemos tener acceso a ella. Una manera de
tener acceso al campo de la potencialidad pura es por medio de la práctica diaria
del silencio, de la meditación y del hábito de no juzgar. Pasar algún tiempo en
contacto con la naturaleza también nos brinda acceso a las cualidades
inherentes al campo: creatividad infinita, libertad y felicidad.
Practicar
el silencio significa comprometernos a destinar cierta cantidad de tiempo
sencillamente a ser. Tener la experiencia del silencio significa renunciar
periódicamente a la actividad de hablar. También significa renunciar
periódicamente a actividades tales como ver televisión, escuchar radio, o
leer. Si nunca nos damos la oportunidad de experimentar el silencio, esto crea
una turbulencia en nuestro diálogo interno.
Destinemos
un corto tiempo de vez en cuando a experimentar el silencio. O sencillamente
comprometámonos a hacer silencio durante un determinado tiempo todos los días.
Podrían ser dos horas, o si eso nos parece mucho, hagámoslo durante una hora. Y
de vez en cuando dediquemos un período largo a experimentar el silencio, por
ejemplo todo el día, o dos días, o hasta una semana.
¿Qué
sucede cuando entramos en esta experiencia del silencio? En un principio,
nuestro diálogo interno se vuelve todavía más turbulento. Sentimos la
necesidad apremiante de decir cosas. He conocido personas que llegan a la
desesperación total el primer o el segundo día que se consagran a guardar
silencio durante un período prolongado. Súbitamente los invade una sensación
de urgencia y de ansiedad. Pero a medida que perseveran en la experiencia, su
diálogo interno comienza a callar. Y al poco tiempo, el silencio se vuelve
profundo. Esto se debe a que después de cierto tiempo, la mente se da por
vencida; se da cuenta de que no tiene sentido insistir e insistir si el yo - el
espíritu, el que decide - no desea hablar, y punto. Luego, cuando calla el
diálogo interior, empezamos a experimentar la quietud del campo de la
potencialidad pura.
Practicar
el silencio periódicamente, en el momento que más nos acomode, es una manera de
experimentar la ley de la potencialidad pura. Otra manera es dedicar un tiempo
todos los días a la meditación. Lo ideal es meditar por lo menos durante
treinta minutos por la mañana y treinta minutos por la noche. Por medio de la
meditación aprenderemos a experimentar el campo del silencio puro y la
conciencia pura. En ese campo del silencio puro está el campo de la correlación
infinita, el campo del poder organizador infinito, el terreno último de la
creación donde todo está conectado inseparablemente con todo lo demás.
En
la quinta ley espiritual, la ley de la. intención y el deseo, aprenderemos la
manera de introducir un leve impulso de intención en este campo para que la
realización de nuestros deseos tenga lugar espontáneamente. Pero primero
debemos tener la experiencia de la quietud. La quietud es el primer requisito
para manifestar nuestros deseos, porque en la quietud reside nuestra conexión
con el campo de la potencialidad pura, el cual puede organizar una infinidad
de detalles para nosotros.
Imaginemos
que lanzamos una piedra pequeña en un pozo de agua y observamos las ondas que
se forman. Al rato, cuando las ondas desaparezcan y el agua quede quieta,
quizás lancemos otra piedra. Eso es exactamente lo que hacemos cuando entramos
en el campo del silencio puro e introducimos nuestra intención. En ese
silencio, hasta la menor intención avanzará formando ondas por el terreno
subyacente de la conciencia universal, el cual conecta todo con todo lo demás.
Pero si no experimentamos la quietud de la conciencia, si nuestra mente es como
un océano turbulento, podríamos lanzar en él todo un edificio sin ver efecto
alguno.
Otra
manera de entrar en el campo de la potencialidad pura es por medio de la
práctica del hábito de no juzgar. Juzgar es evaluar constantemente las cosas
para clasificarlas como correctas o incorrectas, buenas o malas. Cuando estamos
constantemente evaluando, clasificando, rotulando y analizando, creamos mucha
turbulencia en nuestro diálogo interno. Esa turbulencia frena la energía que
fluye entre nosotros y el campo de la potencialidad pura. Literalmente,
comprimimos el espacio entre un pensamiento y otro.
Ese
espacio es nuestra conexión con el campo de la potencialidad pura. Es el estado
de conciencia pura, el espacio silencioso entre los pensamientos, la quietud
interior que nos conecta con el poder verdadero. Y cuando comprimimos el espacio,
reducimos nuestra conexión con el campo de la potencialidad pura y la
creatividad infinita.
En
Un curso de milagros hay una oración que dice: "Hoy no juzgaré nada de lo
que suceda". El hábito de no juzgar crea silencio en la mente. Por tanto,
es buena idea comenzar el día con esa afirmación. Y durante todo el día,
recordémosla cada vez que nos sorprendamos juzgando. Si nos parece muy difícil
practicar este procedimiento durante todo el día, entonces sencillamente digámonos:
"No juzgaré nada durante las próximas dos horas" o "Durante la
próxima hora, pondré en práctica el hábito de no formar juicios". Después
podremos ampliar gradualmente el tiempo.
Por
medio del silencio, de la meditación y del hábito de no juzgar, tendremos
acceso a la primera ley, la ley de la potencialidad pura. Una vez que logremos
este acceso, podremos agregar un cuarto componente a esta práctica: pasar
regularmente un tiempo en contacto directo con la naturaleza. Pasar un tiempo
con la naturaleza nos permitirá sentir la interacción armoniosa de todos los
elementos y las fuerzas de la vida, y experimentar un sentimiento de unidad
con todas las cosas de la vida. Trátese de un arroyo, un bosque, una montaña,
un lago o del mar, esa conexión con la inteligencia de la naturaleza también
nos ayudará a lograr el acceso al campo de la potencialidad pura.
Debemos
aprender a ponernos en contacto con la esencia más íntima de nuestro ser. Esa
verdadera esencia está más allá del ego. No teme; es libre; es inmune a la
crítica; no retrocede ante ningún desafío. No es inferior ni superior a nadie,
y está llena de magia, misterio y encanto.
El
acceso a nuestra esencia verdadera también nos permitirá mirarnos en el espejo
de las relaciones interpersonales, porque toda relación es un reflejo de la
relación que tenemos con nosotros mismos. Si, por ejemplo, nos sentimos
culpables, temerosos o inseguros con respecto al dinero, al éxito o a cualquier
otra cosa, estos sentimientos serán el reflejo de la culpabilidad, la
inseguridad y el temor básicos de nuestra personalidad. No existe en el mundo
ningún dinero o éxito que pueda resolver estos problemas básicos de la existencia;
solamente la intimidad con el yo podrá hacer surgir la verdadera cura. Y cuando
estemos bien afianzados en el conocimiento de nuestro verdadero yo - cuando
realmente comprendamos su verdadera naturaleza - jamás nos sentiremos culpables,
temerosos o inseguros acerca del dinero, o de la abundancia, o de la
realización de nuestros deseos, porque comprenderemos que la esencia de toda
riqueza material es la energía vital, la potencialidad pura; y la potencialidad
pura es nuestra naturaleza intrínseca.
A
medida que logremos más y más acceso a nuestra verdadera naturaleza, también
iremos teniendo espontáneamente pensamientos creativos, porque el campo de la
potencialidad pura es también el de la creatividad infinita y el del conocimiento
puro. Franz Kafka, el poeta y filósofo austriaco, dijo alguna vez: "No hay
necesidad de salir de la habitación. Basta con sentarse a la mesa y escuchar.
Ni siquiera es necesario escuchar, sólo esperar. Ni siquiera hay que esperar,
sólo aprender a estar en silencio, quieto y solitario. El mundo se te
ofrecerá libremente para ser descubierto. Él no tiene otra alternativa; caerá
en éxtasis a tus pies".
La
abundancia del universo - la espléndida exhibición y riqueza del universo - es
una expresión de la mente creativa de la naturaleza. Cuanto más sintonizados
estemos con la mente de la naturaleza, mayor acceso tendremos a su creatividad
infinita e ilimitada. Pero primero debemos dejar atrás la turbulencia de
nuestro diálogo interno, a fin de poder conectarnos con esa mente rica,
abundante, infinita y creativa. Y entonces crearemos la posibilidad de una
actividad dinámica, pero manteniendo al mismo tiempo la quietud de la mente
eterna, ilimitada y creativa. Esta exquisita combinación de la mente silenciosa,
ilimitada e infinita con la mente dinámica, limitada e individual, es el
equilibrio perfecto de la quietud y el movimiento simultáneos, el cual puede
crear cualquier cosa que deseemos. Esta coexistencia de los contrarios -
quietud y dinamismo al mismo tiempo - nos independiza de las situaciones, las
circunstancias, las personas y las cosas que nos rodean.
Cuando
reconozcamos calladamente esta coexistencia exquisita de los contrarios, nos
alinearemos con el mundo de la energía - el caldo cuántico, la cosa inmaterial
que constituye la fuente del mundo material. Este mundo de energía es fluido,
dinámico, flexible, cambiante, y está siempre en movimiento. Pero, al mismo
tiempo, es quieto, callado, eterno, silencioso y no cambia.
La
quietud en sí constituye la potencia para crear; el movimiento en sí es la
creatividad reducida a un determinado aspecto de su expresión. Pero la
combinación de quietud y movimiento nos permite dar rienda suelta a la
creatividad en todas las direcciones - a donde quiera que el poder de nuestra
atención nos lleve.
A
donde quiera que vayamos en medio del movimiento y la actividad, llevemos con
nosotros la quietud. De esa manera, el movimiento caótico que nos rodea jamás
nos ocultará la puerta de acceso al manantial de creatividad, al campo de la
potencialidad pura.
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