pero aun así, tenía garras muy largas
y muchísimos dientes, de modo
que sintió que habría que tratarlo con respeto.
¿Te ha dicho alguien últimamente que no le hagas favores, al
mismo tiempo que te dejaba deslumbrado con una sonrisa totalmente fascinante?
Es que te has visto ante el gran felino. No te preocupes, que ya te
recuperarás. Un par de pequeñas quemaduras no importan. No es nada excepcional
en Leo el despliegue simultáneo de su arrogante orgullo y de su espíritu
juguetón; por eso se sale con la suya.
Leo, el León, rige a todos los demás animales. Leo, la
persona, te rige a ti y a todo el mundo. (Si, si ya se que en realidad no es
así. Pero no se lo digas, por favor. Le destrozarías su cálido y tierno corazón
de egotista.) Lo mejor es contentarle, porque entonces ronronea, en vez de
rugir y darte un susto poco menos que de muerte. El León alterna entre ser
decididamente gregario y una hermosa indolencia, mientras sofoca un sibarítico
bostezo. Si quieres estudiar algunos ejemplares, date una vuelta por los
lugares más iluminados y chispeantes de la ciudad. Por lo menos la mitad de la
gente que encuentras viviendo a la última moda serán Leo. Hasta los gatitos más
tímidos se sentirán cómodos viviendo así. A Leo le enferma la oscuridad tanto
como el aburrimiento.
Si ves a alguno que se ruboriza fácilmente, asegúrate de que
no estás confundiendo el rubor con un rostro arrebatado de orgullo. Piensa que
hay rubores muy diferentes. Leo puede estar sonrosado porque ha estado bailando
mucho, o porque acaba de ver pasar al amor de su vida, pero jamás le veras las
mejillas coloreadas por la introversión ni por esa timidez que induce a uno a
ocultarse. No hay Leos introvertidos; los hay únicamente que se hacen los
introvertidos, y es importante que lo recuerdes. Tal vez encuentres algunos
Leones que mantengan atenuado al Sol que les rige y se muestren silenciosamente
fuertes, dignos y decididos, pero no te dejes engañar por la suavidad de sus
ronroneos. Incluso los Leos mas suaves están en su fuero íntimo convencidos de
su regio derecho a dominar sobre amigos y familiares, mientras atisban desde
detrás del telón, en espera del momento de salir a escena. Si no me crees,
búscate un Leo tranquilo, de esos que se hacen los introvertidos, para atacar
su orgullo. Quítale algo que él esté convencido de que por derecho le
pertenece, dale órdenes y no le demuestres respeto. Ya verás como los rugidos
del supuesto gatito se oyen desde aquí hasta el zoológico. Hay que ser todo un
valiente para desafiarle cuando él defiende sus derechos y su dignidad. Hay
Leos que se ablandan con la edad, pero en realidad el León jamás baja su
orgullosa cabeza. Nunca.
En cuanto a los atributos físicos de este signo solar,
simplemente mira a tu alrededor en busca de gente que se parezca a un león o a
una leona, con su melena que se aparta hacia atrás de la cara y su mirada
engañosamente ociosa. Los leones caminan erguidos y orgullosos, con el suave
deslizamiento de un gato. En las mujeres se combina una gracia flexible con una
intensidad oculta y estremecedora. Este último rasgo puede disimularse bajo una
naturaleza suave, por lo general serena y estable. Pero no olvides que la leona
está siempre pronta a saltar si se siente amenazada. Aunque las lleve
envainadas, tiene las garras afiladas.
Notarás en él un aire de mando y un porte majestuoso, porque
Leo mira con desdén a todos los simples mortales que están por debajo de él.
Por lo común, es muy deliberado en sus movimientos y en su discurso. Es raro
que Leo hable deprisa, corra, e incluso que camine con rapidez (a menos que
tenga el ascendente o la Luna
en Aries o en Géminis, por ejemplo). En un grupo, el León no te pasará mucho
tiempo inadvertido: será el centro de la atención, bien con sus acciones y
afirmaciones dramáticas, bien poniendo mal gesto y escondiendo la cara entre
las manos hasta que alguien corra a preguntarle que le pasa.
El signo produce ejemplares de ojos azules, pero muchos Leo,
sobre todo entre las mujeres, tienen los ojos color castaño oscuro, al
principio dulces y serenos, pero que después chisporrotean y restallan. Suelen
tenerlos redondeados y un poco almendrados en los ángulos. El pelo es oscuro o
rubio rojizo, ondulado por lo general, peinado en un estilo suelto y descuidado
que se levanta en el casco y en los lados de la cabeza; si no, se van al otro
extremo y lo llevan implacablemente alisado.
En cuanto al cutis, es señaladamente rubicundo.
La gente de Leo ejerce sobre los demás un efecto extraño,
que es divertido observar. Es difícil quedarse de pie delante del León sin que
vaya uno enderezándose, encogiendo el vientre, echando atrás los hombros. En
realidad, no se si nosotros los rústicos actuamos así imitando los regios
modales del León con el que nos enfrentamos, o si es para acorazarnos ante un
posible sermón, ya que les encanta dar consejos gratuitos. Leo es especial para
decirle a uno con cierto aire de superioridad y condescendencia, cual es la
forma exacta en que debería ordenar su vida.
Es ese amor por la enseñanza lo que lleva a tantos de este
signo a convertirse en educadores, políticos y psiquiatras. Lo exasperante es
que tengan tanta capacidad para racionalizar las cosas y plancharle a uno todas
las arrugas de su vida. Lástima que no puedan arreglar sus propios asuntos con
la misma facilidad y elegancia. Así y todo, es eso lo que hace el encanto de
Leo: su sincera superioridad y sus excelentes cualidades, mezcladas de manera
incongruente con la terrible y transparente vulnerabilidad de su yo. ¿El digno
y orgulloso gato, vulnerable? Y como no. Cuando no se respetan su prudencia y
su generosidad, se siente profundamente herido. Para suavizarle, halágale,
simplemente. Nueve veces de cada diez, se convertirá de bestia rugiente en
tímido y dócil gatito, que casi visiblemente se regodea y complace en el calor
de las lisonjas. Es la debilidad que se convierte en el Waterloo de mas de un
Leo, áspero y autocrático. La vanidad es su talón de Aquiles. Para él, la
adulación es un estimulante, la falta de respeto le pone ciego de furia, y
ambos extremos le hacen incapaz de formular un juicio equilibrado. Algunos
Leones consiguen controlar con éxito estas tendencias, pero siempre están
latentes en el signo solar y se hacen presentes hasta cierto punto.
Haz la prueba alguna vez. Cuando te esté dando alguno de sus
sermones, interrumpe respetuosamente a tu amigo Leo para decirle que tiene un
aspecto realmente magnifico con ese suéter. El resultado será probablemente un
brusco descenso de su dignidad, y veras que el León, enrojeciendo, te pregunta
totalmente desconcertado: <<¿En serio? Pero, ¿de veras te lo
parece?>>. En la mayoría de los casos, el reconocimiento de su intelecto
da tanto resultado como un elogio de su apariencia.
Leo no puede dejar de sentirse superior y de comportarse de
manera teatral, de vez en cuando. Una de mis hijas tiene un maestro nacido en
agosto. Un día que ella vino de la escuela, me comento: <<Mami, tenemos
un maestro muy raro. Para todo es inteligentísimo, pero a veces se pasea por el
aula sacudiendo los brazos en el aire y gritando que está rodeado de idiotas. Nosotros
siempre nos reímos, porque sabemos que no lo dice en serio>>. Pobre León,
si hasta los niños saben que sus rugidos son peores que su mordedura. Claro que
no puedo dejar de advertirte que puedes tropezar con uno que tenga a Marte o a
Mercurio influido, digamos, por Escorpio, y entonces el mordisco será mas grave;
pero ahora estamos hablando del ejemplar típico.
Leo es sumamente astuto, en muchos sentidos. Será raro verlo
desperdiciar energías procurando extraer agua de un pozo agotado, como suele
sucederle a Aries; es pues un excelente organizador y sabio distribuidor de
obligaciones. Sus órdenes son sorprendentemente efectivas cuando controla los
efectos dramáticos, porque el León puede ser un maestro en el arte del discurso
simple y directo, aunque a veces huela un poco a teatral. Expresa generosa y
abiertamente su aprobación, y sus lisonjas pueden ser tan exageradas como para
confundirle a uno.
Tampoco se avergüenza de sentir disgusto. Por lo general, lo
que dice es lo que siente. Es posible que aplaque o que resulte quemante, pero
nunca pasará sin dejar huella.
Las regias maneras de este signo solar se despliegan cuando
el hombre o la mujer Leo reciben invitados. Uno se siente como si estuviera en
un palacio real, donde se esperaría en cualquier momento ver como se detiene a
la puerta una carroza con lacayo, para dejar bajar a Maria Antonieta o, por lo
menos, a Nell Gwyn y a Madame Du Barry. La gente de Leo rodea a sus invitados
con gran abundancia de la más exquisita comida, vinos finos, mujeres hermosas y
buena música. Debo admitir que, en realidad, conozco un Leo que tiene gran
influencia de Virgo en su carta natal y que en las fiestas sirve pepino en
cubitos condimentado con hierbas, perejil y germen de trigo, pero los demás
detalles son deslumbrantemente leoninos, incluyendo siempre las invitadas
femeninas. ¡Qué exquisitez! Ni siquiera Luis XIV lo hacía tan bien. Pero
después de Luis XIV, el diluvio, y después de mas de una cena romántica y un
baile con Leo se produce un diluvio de declaraciones, pasión, lágrimas, enojos,
disculpas y confusión sentimental lisa y llana.
Y ahora que llegamos al tema del amor, que es mas bien un
lugar común donde encontrarse siempre que uno tenga algo que ver con Leo, ya
sea personalmente o por carta, hay que señalar que no encontrarás, lector,
muchos solterones ni solteronas nacidos bajo este signo solar. Si tropiezas con
alguno, no te formes una opinión definida hasta que no hayas mirado
discretamente dentro del tocador. Siempre hay algún amante oculto en las
inmediaciones de la guarida del León. Es posible que no esté casado cuando le
conozcas, pero estará enamorado o a punto de estarlo, o bien acabará de salir
de un episodio romántico y le encontrarás con aire patético y perdido. El fiero
orgullo de Leo es causa de que muchos romances y matrimonios se hagan pedazos.
Un León sin pareja suele ser muy triste espectáculo, pero cuando su orgullo ha
sido afrentado por su pareja, sea ésta legal o no, es posible que pierda su
aspecto de tristeza y se muestre feroz, en cambio. De todas maneras, no hay
quien pueda aguantar más con estoica dignidad, o adaptarse, cuando es
necesario, valientemente a las condiciones más deprimentes, con auténtica
energía y optimismo.
Como la tendencia a perdonar y olvidar es parte de la
naturaleza íntima de los grandes felinos, las reconciliaciones son, en la vida
emocional de Leo, casi tan frecuentes como las rupturas, una vez que el chisporroteo
de la dignidad ultrajada se ha extinguido y que el gato cobra conciencia de su
soledad. Leo está casi continuamente ahogado por la pasión, no solo por el sexo
opuesto, sino por la vida. Tanto para los Leones como para los tímidos gatitos,
la vida sin amor es como un cheque sin fondos. Para ellos, cuando el romance se
extingue, el Sol deja de brillar.
Son hombres y mujeres que jamás se apoyan en los demás.
Prefieren, más bien, que se apoyen en ellos. La responsabilidad para con los
débiles y los desvalidos les fascina. Si
oyes que Leo se queja con dramáticos rugidos de que todo el mundo depende de él
y de que es el único que carga con todo, ni se te ocurra preocuparte. A él eso
le encanta. Trata de aliviarle de alguna carga o de tenderle una mano, y ya
verás con que rapidez el León rechaza desdeñosamente tu ayuda. Y algo que debes
evitar muy especialmente es ofrecerle ayuda financiera. Aunque con frecuencia
pueda andar sin un centavo, Leo siempre sabe que ya encontrará manera de volver
a llenarse los bolsillos. Son muy pocos los de este signo que se muestran
cuidadosos con el dinero. Tal vez te encuentres alguno a quien de pequeño le
asustó algún cobrador, y que se conduce como si en cualquier momento pudieran
llevarle preso por deudas, pero el León típico es un jugador espectacular de
corazón, desaforado a veces. Hasta los raros ejemplares de este signo que son
ahorrativos se visten con ropa cara y siempre aparecen bien presentados. Leo
quiere todo de primera y lujoso, y gasta sin privarse cuando se trata de
diversiones y placeres. Es capaz de darle dinero a casi todo el mundo. Si le
piden un préstamo y no tiene efectivo, es posible que prefiera a su vez pedir
prestado antes que admitir que el rey no está en situación de sacar de un apuro
a sus súbditos.
Claro que éste es un último recurso, porque a Leo le
mortifica tener que recurrir a alguien en cuestiones de dinero, consejo o
estimulo. Tiene ego suficiente para estimularse él solo, es lo bastante
despierto para llenar su propia alcancía... y bien sabe Dios que no le gusta
pedir consejo. Uno busca consejo en los que están por encima de él, ¿y quien
está por encima del León?
Leo es propenso a las fiebres altas, a los accidentes, las
enfermedades agudas y violentas, y generalmente inmune a las dolencias crónicas
y prolongadas. Como rara vez hacen algo a medías, son gente que o bien irradian
una vitalidad increíble,) bien se quejan de que no durarán mucho en este mundo;
esta última reacción es típica de la falta de apreciación y de la avidez le
afecto. Leo parece tener el corazón estupendamente fuerte, o si no, presenta
alguna debilidad en la zona cardiaca. Es posible que sufra dolores de espalda y
de hombros, problemas de columna, accidentes en las piernas o tobillos,
problemas relacionados con los órganos de la reproducción y ronqueras o dolores
de garganta. Pero se recuperará pronto de la enfermedad, y su principal peligro
es el de descuidar su salud o levantarse demasiado pronto cuando ha estado
enfermo. Al principio, estar en cama y sentirse atendido halaga la vanidad de
Leo, pero cuando se da cuenta de que está desempeñando el papel del débil y no
el del fuerte, sus veleidades de incapacitado desaparecen rápidamente.
Con los regidos por el Sol no hay términos medios. O son
espantosamente descuidados y desaliñados, o meticulosamente pulcros y
ordenados. Les gusta bastante el chismorreo, y se sienten heridos o excluidos
si a su alrededor sucede algo que ellos no entienden. Leo es fijo por
naturaleza. Es difícil apartarle del camino que se trace, aunque él si pueda
apartar a otros con su convincente oratoria. Acumulan solo lo necesario para
poder distribuirlo, una vez que ellos mismos se han provisto de un trono
resplandeciente y completo, hasta con almohadones de plumas. Son capaces de
desplegar la feroz energía de una apisonadora de vapor, para después tenderse,
soñolientos y relajados como un gato, a holgazanear y desperezarse al sol.
Cuando Leo trabaja, trabaja. Cuando juega, juega. Cuando
descansa, descansa. La mayoría de ellos tienen una habilidad impresionante para
delegar en otros las tareas sucias y desagradables, en tanto que ellos se
ocupan de las cosas importantes, como puede ser la decisión de quien será
elegido presidente y como se debe ganar la guerra.
Para su propia sorpresa, cuando una auténtica emergencia se
desploma sobre sus recios hombros, Leo se la toma con calma, pero sin eludir
jamás su deber, ayudando a los desvalidos, protegiendo a los asustados (aunque
por dentro él pueda estar doblemente asustado), animando a los melancólicos y
afrontando con valor su auténtica responsabilidad. Tal es su naturaleza.
Pero aflorará radiante una vez que la etapa del playboy haya
quedado atrás, junto con las llamativas corbatas pintadas a mano y con aquella
guitarra que solía tocar.
La próxima vez que seas tú el blanco de los orgullosos
rugidos del León, acuérdate de la
Reina de Corazones, que gritaba constantemente:
<<¡Cortadle la cabeza!>> mientras todo el mundo seguía con la
cabeza bien puesta sobre los hombros.
Acuérdate del león cobarde de <<El mago de Oz>>,
que se mimaba tiernamente la hermosa cola, con agraviada dignidad, y buscaba
con ansiedad por el mundo el don del verdadero valor, y que terminó descubriendo,
cuando se produjo una auténtica situación de peligro, que el mas valiente del
grupo era él.
Leo es un amigo orgullosamente leal, enemigo justo pero
poderoso; es creativo y original, vital y fuerte, lo mismo da que sea un León
tranquilo o uno de los inflamables, pues existen las dos clases. Su indumentaria
es despampanante, adecuada a su colorida personalidad. Y pasamos por alto su
arrogancia, su ego insufrible a veces, sus ataques –más bien ridículos– de
vanidad y haraganería, porque el corazón, como su metal, es oro puro.
Rebosante de cordialidad y generosidad, el León, alegre y
afectuoso, salta alegremente por un campo de amapolas cuando su Sol brilla alto
en el cielo; en cuanto a los dados que arroja confiadamente, sus números son el
uno y el cuatro. Leo luce orgullosamente un topacio que le dé suerte, después
se le va la mano, pero su dignidad y su gracia interiores son tan auténticas
que puede llevar con valor sus infortunios. Los cálidos rayos amarillos de su
jocunda esperanza se intensifican hasta el naranja a la hora del crepúsculo, y
en sus noches brilla un millar de estrellas.
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